25 de diciembre de 2016

Solsticio de invierno

Apenas y puedo respirar, el calor es tremendamente abrasador. Todo es vapor y tinieblas. Mi cuerpo entero no deja exhalar sudor. Diez personas formamos un círculo, sentados y cegados por nubes aromatizadas que se impregnan en nuestros cuerpos. En el centro, siete abuelas sagradas se consumen al rojo vivo al son de flautas y tambores milenarios; el Señor del Fuego nos las ha enviado para absorber su sabiduría y así salir y renacer del cálido vientre en que nos encontramos. Estamos muriendo, pero regresaremos más vivos que nunca.
Llegada a San Miguel
20 de diciembre del 2016. A primera hora del día llegamos a San Miguel de Allende, pueblo mágico mexicano. Me dirijo junto con 4 amigos a casa de don Eduardo ya que nos ha hecho el favor de organizar un ritual para darle la bienvenida al invierno, y del cual seremos partícipes. Somos muy bien recibidos por la amable familia. Don Eduardo, de 64 años, y su entrañable amigo don Luisito de casi 60 de edad, serán los guías en esta experiencia. Ellos son diferentes; tienen una energía muy peculiar. Han estudiado, y sobretodo experimentado la magia de las culturas prehispánicas de nuestro país y nos trasladarán a este mundo del México antiguo a través de un baño de vapor llamado temazcal.
Cabras
Son alrededor de las nueve de la mañana; el cielo está muy azul. Don Luisito va al volante. Nos movemos por el empedrado a bordo de una Isuzu Amigo color roja, su rústica carrocería hace un buen juego con el entorno. A pesar de ser una camioneta bastante vieja, tiene algo que hace que te encariñes con ella; es muy linda. Giramos a la derecha después de un buen tramo justo en la Calle de la Luna, a las orillas de un lugar llamado Cabras. El ambiente es muy seco, sin embargo de la nada hemos llegado a una casa completamente amurallada por una gran variedad de árboles. «Es como un oasis en el desierto.» Lo ha denominado don Eduardo, este es el lugar donde se llevará a cabo el ritual. En la cima de la casa sobresale una enorme cabeza de serpiente que mira hacia el norte, es roja y realmente grande que llama la atención enseguida. Todo se va volviendo cada vez más fantástico. La vista se extiende hacia el horizonte donde se asoma, bajo delgadas nubes, la bellísima presa Allende. Además la reja tiene cuatro guardianes que se emocionan y se agitan con nuestra llegada: Yao, Balam, Maya y Yaopilli. Son grandes daneses, todos unos perros hermosos.
La energía del oasis
El día entero se nos va haciendo labores de todo tipo dentro del terreno del oasis. Con la ayuda de todos hemos dejado el sitio en las condiciones adecuadas para la llegada del invierno que será el día de mañana. Hace un día fresco pero el sol abraza con todo, afortunadamente hay mucha sombra y algunas actividades podemos realizarlas ahí. El hecho de que hayamos sido nosotros quienes acondicionáramos el lugar, tiene la finalidad de entrar en armonía con el terreno. De esta manera hay una correlación energética entre el ambiente y nosotros. De hecho todo está basado en energía; aquí cada árbol plantado tiene un propósito. Plantas medicinales y hierbas aromáticas; peras, manzanas, guanábanas y limones. Todos están sembrados y ubicados en puntos armoniosos. El terreno es algo grande y en declive. Aparte de la amplia vegetación, también hay figuras y animales prehispánicos elaborados con materiales artesanales por todos lados. Descendiendo se llega a un círculo, uno igual en el que nuestras antepasados realizaban danzas y ceremonias. Este círculo tiene varios símbolos y piedras grabadas. En el centro hay un sahumerio oscuro custodiado por una pequeña serpiente de metal a sus pies. Don Eduardo nos explica que este sitio ha sido pensado para que desde que uno entre, se desconecte de la vida cotidiana y encuentre su conexión inherente con la naturaleza. Así, esporádicamente vamos aprendiendo tanto de él como de don Luisito quien no deja de preparar hierbas y humo.
Acarreamos leña pues el “Abuelo Fuego” tiene un papel fundamental en la ceremonia. La leña debe de estar libre de clavos o cualquier trozo de metal. Esto es por la relación de los cinco elementos con la ley de la integración: la madera genera el fuego; el fuego genera la tierra; la tierra genera el metal; el metal genera el agua, y el agua genera la madera, estableciéndose así un círculo. El contacto directo del metal con el fuego rompería el ciclo de generación y se produciría un ciclo caótico. Don Gerardo, sobrino de don Eduardo, es quien limpia la madera. Él, de anteojos y barba, en seguida me transmite buena vibra y me parece alguien de temple agradable. El día de mañana don Gerardo tendrá el rol del Señor del Fuego y nos proveerá de la sabiduría de las abuelas.
La última cena
El trabajo de introspección continúa al anochecer mientras cenamos pan y café. A la vez que se nos platica el origen del temazcal, don Eduardo nos hace indagar con cuestionamientos como el de ¿Por qué estamos aquí?, ¿qué buscamos?, ¿estamos conscientes? Junto con don Luisito nos platican de la magia, el cosmos y la fuente divina. Nos hablan de nahuales y civilizaciones antiguas. «Escoge un camino con corazón.» Dice don Luisito citando a Carlos Castañeda. Los azares que nos han traído hoy aquí están confabulando para que algo a partir de ahora, empiece a germinar en nuestro interior, como una semilla de consciencia. Si todo se ha acomodado, tenemos la responsabilidad de transmitir lo que se está recibiendo. Como La Estrella en el Tarot; debemos encontrar nuestro lugar de acción y desde ahí dar tanto como se reciba.
Mañana entraremos al vientre de la Madre Tierra, ese es el simbolismo del temazcal. Entrar y renacer purificados. Darnos cuenta que hay más realidades y darle la importancia necesaria al plano espiritual, pues éste es nuestro eje. En un centro bien trabajado no pueden entrar perturbaciones. Un centro sólido sabe a dónde ir aunque no sepa el camino. Un centro consciente vive en coherencia, y sin importar las circunstancias siempre sabe que está en el espacio y tiempo preciso. Hay que poner en la misma dirección lo que se piensa, siente y hace, no puede haber error pues todo lo que nos sucede es lo correcto. Escoge un camino con corazón y obra consciente.
Temazcal
El temazcal es un baño indígena con vapor de agua de hierbas aromáticas, propio en las culturas de México y Centroamérica. Es una pequeña construcción abovedada en la que se introducen piedras de origen volcánico (se les llama abuelas) previamente calentadas al rojo vivo (por el Abuelo Fuego). La dualidad entre masculino y femenino siempre está presente. Es una experiencia donde nos conectamos íntimamente con nuestro ser a través de la oscuridad y el calor de las piedras. Representa el vientre de la Madre Tierra. Se realiza en cuatro puertas en las que se sanan los cuerpos físico, emocional, mental y espiritual. También implica aprender a trabajar con los espíritus del fuego, el agua, el aire y la tierra y a desarrollar un trabajo de liberación y transmutación.
Don Eduardo enfatiza en que un temazcal es circunstancial. Lo que hagamos durante la ceremonia dependerá de lo que el momento demande. No hay un procedimiento exacto, ni siquiera la hora hemos definido. Sólo tenemos que estar al pendiente para que en cuanto se nos indique podamos empezar. Ellos se guían por intuición, por la energía y por la posición del sol y de la luna. Así también es su filosofía de vida; más que planear, estar atento a las señales. Estamos rodeados de señales que pasamos de largo. Subestimamos lo que nos rodea, pero ahí está todo.
Danza
21 de diciembre del 2016. Durante la mañana Don Luisito ha activado el círculo de piedra en el que danzaremos para dar inicio con el ritual. Al activarse, este círculo recibe y emite energía. Hay humo y diversas ofrendas en el centro. Los participantes nos ponemos muñequeras y tobilleras con conchas, al estilo de los concheros mexicanos. Es el momento; son alrededor de las dos de la tarde y escuchamos el llamado del Huéhuetl como señal de alistamiento.
Antes hemos ido a un cuarto de don Eduardo en donde guarda todo tipo de instrumentos y utensilios para este tipo de ceremonias. Hay Huéhuetls (tambores americanos) con grabados hechos a mano. También vemos sonajas, caracolas, plumas, cuernos, cascabeles de serpiente y muchas cosas más. Se asoman unos rombos cósmicos que sirven para señalar la radiación de ciertas constelaciones, sin embargo esos no los llevamos, podríamos montar una escenografía increíble con ellos, pero don Eduardo nos explica que no quiere que nos perdamos en la forma con tantas cosas. Estamos en la naturaleza y lo importante es encontrar la esencia ahí. Estamos rodeados de símbolos. La existencia misma es una alegoría. Todo lo que estamos haciendo tiene un significado, lo comprendamos o no.
El Abuelo Fuego arde fogosamente a un costado del temazcal. Las abuelas se calientan en su interior y el Señor del Fuego permanece a su lado como un guardián. Se han unido más participantes, familiares de don Eduardo. Entramos al círculo intercalados entre hombres y mujeres. Uno a uno don Luisito, vestido de blanco, nos recibe con un sahumerio; nos rodea. Hace que digamos en voz alta nuestro nombre y él responde diciendo: «Posee tu cuerpo y tu fuerza.» Siete esferas rojas rodean el cetro con forma de serpiente que don Eduardo lleva en la mano. También viste de blanco y además lleva una banda roja en la frente. Las mujeres usan vestidos blancos con bordados coloridos. Nos repartimos varios instrumentos, el mío es una sonaja rústica con un cráneo pintado. Danzamos hacia los cuatro puntos cardinales empezando por el sur, pues en el solsticio de invierno conmemoramos la llegada de la principal deidad de los mexicas: Huitzilopochtli, cuyo reino sagrado es el sur. Hacemos la danza del fuego; giramos, brincamos, hacemos sonar nuestros instrumentos. Pausamos en ratos y don Eduardo hace sonar su caracola. El sonido es nítido y potente; nos hace vibrar. «Somos huevos luminosos.» Dice don Luisito. Compartimos la energía. Es un maestro de la danza. Al verlo me da la impresión de que no tiene edad cronológica. Sus movimientos son contagiosos y su presencia me hace sentir a salvo.
No sé cuánto tiempo ha pasado. Entre el sonido de las flautas y tambores es fácil sumergirse en otra dimensión.
Dentro del vientre
Nos quitamos las ropas quedando sólo en traje de baño. Antes de entrar al temazcal es importante que los participantes formemos parte de una misma sintonía, pues compartiremos el espacio dentro del vientre y lo que trasmita uno todos lo sentiremos. Ahí dentro todos somos como gemelos, hijos de la Madre Tierra. Para entrar hay que pedir permiso a los dioses, se entra de rodillas con la nariz y frente en el suelo como muestra de humildad. Una vez adentro, sentados formamos un círculo y el Señor del Fuego nos pasa a las abuelas para colocarlas en el centro. La sabiduría de la tierra está impregnada en las rocas a las que llamamos abuelas, el Abuelo Fuego las calienta y las estimula para nosotros poder recibir su conocimiento a través del vapor.
Don Eduardo nos dice que ha decidido dedicar las cuatro puertas del temazcal a los siguientes conceptos: la vida, el tiempo, la muerte y el amor. Meditaremos y cada quien hablará sobre cada uno. Las siete primeras abuelas arriban y las saludamos ávidamente con un «¡Aloha abuela caliente!» Se acomodan, se les arroja la infusión y el vapor empieza a nublar la vista. Está muy oscuro y poco a poco entramos en calor.
Puerta 1. La vida
¿Qué es la vida? «La vida es la vida.» Dice don Luisito. Suena tan simple y tan complejo, quizá hasta chusco. Pero, ¿cómo definir a la vida? ¿Será un accidente? No lo creo. Somos emisarios de la divinidad. Somos peregrinos cósmicos. Tenemos un mensaje y la vida es el camino para revelarlo. La vida es lo que está pasando; la vida es un latido. La vida se esfuma en un instante y aun así sigue siendo parte de la eternidad. ¿Qué estamos haciendo con nuestra vida? ¿Estamos cumpliendo con nuestro cometido? ¿Con qué llenamos nuestros días?
Respiramos, escuchamos, meditamos. «¡Ometeotl!» decimos todos al unísono cuando alguien termina de hablar. Ometeotl es el dios de la dualidad en la mitología mexica y acompaña nuestras reflexiones. Constantemente se siguen vertiendo infusiones en las abuelas para conservar el calor y que nos sigan alimentando.
Un momento de silencio; respiro hondo. El silencio es parte de nosotros. Quizá no sepamos nada de la vida, pero somos parte de ella. Me relajo; la vida es un misterio.
Puerta 2. El tiempo
Llegan otras siete abuelas. Don Eduardo las acomoda en el centro con la ayuda de unos cuernos de venado. Es tiempo de reflexionar sobre el tiempo. Otra difícil abstracción. «El tiempo es un fragmento de la eternidad.» Nos dice don Eduardo. Existe el tiempo cronológico que es el que como humanos intentamos encasillar en calendarios y relojes. También está el tiempo experiencial, que es el conocimiento que nuestra alma tiene; una edad cósmica ¿En qué otro tiempo habré vivido? ¿Cómo fue esa experiencia? ¿Qué forma me contenía? Eso no lo puedo saber, lo que importa es la forma que encarno hoy y la razón de estar así en este espacio y en este tiempo. El tiempo es incomprensible, no vuelve, y si vuelve ya no es el mismo. La vida y el tiempo son espacios de experimentación, estamos entre ellos y se mueven incesablemente. No hay tiempo que perder. El movimiento es inevitable. Lo de ayer hay que soltarlo y lo de mañana ya se verá mañana; hoy es prioridad. Sudo, cierro los ojos. Respiro y el presente se hace notorio. Más vapor penetrando nuestras almas. ¡Ometeotl!
Puerta 3. La muerte
He perdido ya la cuenta de las abuelas que tenemos en el centro. El calor ha ido en aumento pero todavía es soportable. Nos hemos dado un espacio para hacer música con los instrumentos que metimos. Después, otro poco de silencio, tan profundo y tan puro como la muerte. Indudablemente vamos experimentar una muerte material. Pero durante la vida vivimos otros tipos de muertes; muerte intelectual, emocional, sexual y creativa. Cuando experimentamos dolor una parte de nosotros muere. Las ideas mutan, tal como lo hace la oruga, y esto es otro tipo de muerte. Nuestros intereses cambian, los ideales; nuestra cosmovisión. Desapegarse, en cierto modo, también es morir; al desidentificarnos, nuestro ego va muriendo. No aceptar la muerte es no aceptar la vida. Van de la mano; es la luz y la sombra. Recordemos lo indispensable de la dualidad. Y también recordemos que ante cada muerte hay una puerta. Un ciclo que llega a su fin permite el nacimiento de otro sin fin de posibilidades. Lo que abres necesariamente tienes que cerrar. La naturaleza nos enseña a no acumular, a saber seguir en movimiento. Dice Leandro Taub: «A veces lo mejor que puede sucederte es no tener lo que quieres.» En la aceptación está la paz y «todo lo que nos sucede son respuestas.» La muerte es esencial, por eso estamos aquí, tratando de deshacernos de lo inútil y renovando nuestra existencia, aceptando lo que tiene que irse. La muerte nos recuerda que estamos de paso, hagamos pues de nuestros pasos un camino de consciencia.
Puerta 4. El amor
Esto se pone serio. Como estamos en la última fase, don Eduardo ha solicitado al Señor del Fuego que nos traiga a todas las abuelas restantes, deben de ser más de veinte y ahora sí noto como me arde toda la piel. No veo nada y casi no siento aire en los pulmones. Es cuestión de concentrarse y respirar profundamente, despacio y en silencio. Entrar en pánico no resuelve nada así que es mejor relajarse y al poco rato todo está bien. Ya estoy totalmente empapado pero es una sensación muy agradable, el perfume del vapor es muy relajante.
¿Cómo empezar a hablar sobre el amor? ¿Qué es? ¿Somos conscientes de su poder? A lo mejor no podemos saber lo que es, pero podemos ser conscientes de su existencia. El amor es un milagro, es la razón de la existencia. El amor es la luz de la consciencia; el que obra inconscientemente lo hace porque no ha descubierto su amor. El amor es nuestro impulso; es todo eso que nos mueve. No lo sé. También es un misterio. Ninguna definición logra convencerme; trato de poner en palabras lo que no se puede. La palabra es como una espada señalando la verdad, sin embargo está condenada a jamás atravesarla. Para eso está la fe, gracias a ella podemos creer y amar incondicionalmente lo que nuestro razonamiento no puede concebir. El amor es Dios; Dios es el origen; el origen es todo; el todo es nada. El amor es infinidad, es decir, de un tiempo eterno. Hablar de amor es hablar de vida que a la vez conlleva a la muerte ¿Es posible existir sin alguno de estos conceptos? ¿Cómo alguien pudo crear algo tan increíble? De alguna forma todo eso incomprensible e infinito anida en nuestro ser. Tenerlo es un regalo y lo honramos y agradecemos cuando nos sanamos para mejorar nuestro entorno. ¿Cómo saber si lo estoy haciendo bien? Ya lo he mencionado más arriba: escoge un camino con corazón. O en otras palabras: escoge un camino con amor.
Nueva Luz
Salimos del temazcal y el sol ya está ocultándose. Son alrededor de las cinco treinta. Apenas puedo estar de pie; mi cuerpo está débil pero dentro de él brilla una luz con fuerza que es la que me sostiene. Don Luisito nos lanza a cada uno cubetadas de agua fría. Eso me despierta un poco y hace que me sienta mejor. Me alegro al ver que nos espera un festín de frutas frescas y dulces que después de casi veinte horas de ayuno saben a gloria. Convivimos y nos sentamos sobre el césped. Siento un enorme placer y satisfacción. Algo ha cambiado. En más de una ocasión nos hemos quedado en silencio como si cada quien tratara de asimilar toda la experiencia, pero en una sola sentada eso es imposible.
Como la noche está llegando es momento de recoger. Tardamos un par de horas y después, con una extraña nostalgia nos despedimos de todos. Todavía al final seguimos aprendiendo de don Eduardo que sigue empapándonos con su conocimiento. Le damos las gracias a la familia entera entre abrazos y sonrisas. Nos vamos muy contentos, sin duda ha sido un parteaguas en mi vida. Cuánto por reflexionar, cuánto por aprender; estoy lejos pero no se mide la distancia sino lo aprendido. Parece insignificante lo que hago día con día pero al notar que todo está conectado me da el impulso y la certeza de que en este mundo de zombis se puede hacer la diferencia. Cuando uno despierta los de alrededor se contagian. Seguir la luz en irresistible.
«Voy a soñar, sabré que estoy soñando y seres de luz me van asistir en mi sueño.»
¡Ometeotl!

Seillero de letras, Sema Hernández, Alejandro jodorowsky, Leandro Taub, David Testal, Joan Cutrina, Las enseñanzas de don Juan, Carlos Castaneda, Tarot

12 de diciembre de 2016

La Guadalupana

Me despiertan los ahogados golpes en el cielo, música y cuchicheos lejanos. Entre ladridos y los trinos matinales voy abriendo los ojos y recuerdo qué día es; es el día de La Guadalupana y el pueblo entero se alista para adorarla.
12 de diciembre del 2016, me encuentro en la tierra donde crecí, un pequeño pueblo llamado Guadalupe. A última hora decido bajar junto a mi madre al centro de la comunidad en donde se llevará a cabo el tradicional ritual de cada año, la fiesta de la Virgen de Guadalupe. Me nace el morbo, no puedo evitar la curiosidad de ir después de no haberlo hecho desde que era un niño, en ese entonces era obligación asistir además de participar en la ceremonia para la Virgen, a cambio se nos recompensaba, a mis hermanos y a mí, con un incentivo económico con el cual podíamos pasearnos por la feria; era simple, sin ritual no había fiesta. Claro que era una ideología impuesta así que esta vez quiero apreciar la experiencia desde una nueva perspectiva.
Es medio día y el sol brilla con toda su intensidad, la gente no deja de brotar al igual que los autos. No alcanzo a mirar todo ya que hay mucho por ver pero enseguida noto símbolos por doquier. Las abuelas con faldas coloridas son apresuradas por sus nietos, hay sombreros arriba y abajo, comida, flores, cuetes, el pulque y sus amantes contagian su alegría un tanto fétida y yo maravillado quisiera ser un niño y correr por todos lados.
Llegamos justo a tiempo a la explanada de la iglesia en donde está empezando la misa, hace ya tiempo que me volví creyente sin religión así que me es emocionante escuchar lo que el sacerdote dice, sé que no estaré de acuerdo en muchas cosas pero también sé que puedo aprenderle bastante. Cada uno acepta la realidad que le conviene; las mismas palabras se digieren de manera diferente en cada mente, así que mi labor es traducir lo que escucho a una enseñanza útil, lo que no sirva que siga su curso pues no hay tiempo de engancharse en conceptos perecederos.
Así pues el sermón, los cantos y oraciones se centran en la Virgen María, me es inevitable pensar en todas las Marías que conozco y en el desayuno de esta mañana que curiosamente fue un suculento atole de galletas Marías.
Entre los asistentes hay peregrinos, ciclistas, muchas familias; veo los rostros, sus rostros de fe. Como bien se dice «la fe mueve montañas». La fe existe, está presente; pienso en la fe que es como el motor del vehículo pero muchos entregan el volante a ideologías caducas y se dejan guiar externamente, desvalorizados y sin poder de acción cuando lo mejor sería ser guiados por la voluntad suprema que vive dentro de cada uno. La montaña es lo que creemos saber, son todas las ideas arraigadas con las que hemos crecido y la fe es capaz de derrocarla para dejar que el sol se asome y alumbre el despertar; es ir más allá para estar más acá.
El sacerdote hace bellas reflexiones acerca de la feminidad aludiendo a la Virgen María y hace otros comentarios no tan atinados como el de reprimir la sexualidad femenina, la mayoría de las mujeres que están presentes se ruboriza y ríen tímidamente, cualquiera puede darse cuenta de la culpabilidad que expresan sus gestos al creer que no son “puras”.
La música de la ceremonia está amenizada por el grupo musical de Los Faraones al cual pertenece mi padre y sus hermanos, es un conjunto muy noble y sincero que a pesar de estar retirado de los escenarios sigue tocando los corazones de muchas personas de la región que todavía escucha su música, yo me incluyo y durante la misa siento como en un par de ocasiones la piel se me ha enchinado al escucharlos.
Retomando a María quisiera decir que es un arquetipo ejemplar de receptividad, considero importante aprender de ella desde un punto de vista exento de toda religión. La virginidad y santidad de María no se refiere para nada al tema sexual, más bien prefiero verlo como un estado de conciencia elevada en el que se ha desprendido de toda duda, de toda identificación, con la mente y corazón abierto, que se ha vaciado para poder recibir el mensaje divino y compartirlo. Se entrega y confía, cumple con su propósito sin dudar. Debe de ser una sensación de paz y fortaleza inigualable.
Creo que ahí está la enseñanza, en trabajar con la mente y el corazón para elevar nuestro nivel de conciencia y poder atender el mensaje del Dios que nos habita. Tenemos la responsabilidad de mejorarnos y de hacer lo que María, de engendrar la luz con la que hemos sido enviados.
Termina la ceremonia, fue mejor de lo que esperaba, aprendí y disfruté bastante, tengo muchas ideas aún por aterrizar y mucho por recapitular. Me quedo con el sabor nostálgico de un pueblo noble y alegre. También tengo esta sensación de tener la responsabilidad de romper varios tabúes; hay mucho por mejorar y mucho de lo que hay que aún no hemos comprendido.
Todos se abarrotan con sus imágenes y figuras de la Virgen para recibir el agua bendita que lanza el sacerdote desde las alturas y después comienzan salir para disfrutar de la feria. Los cuetes no cesan, la fiesta apenas empieza, sin embargo sólo quiero regresar a casa y vaciar todo lo que tengo en la cabeza.